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La Santa Faz

Medalla Milagrosa

Medalla Milagrosa

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Medalla Milagrosa acuñada de 22mm de diámetro, doble faz, confeccionada en aluminio con acabado de plata vieja, de origen nacional.

La medalla de la Inmaculada Concepción, conocida como la «Medalla Milagrosa», es un objeto de piedad inspirado en las revelaciones que la Virgen María hizo de manera privada a Santa Catalina Labouré, religiosa perteneciente a las Hijas de la Caridad. Las apariciones de la Madre de Dios tuvieron lugar en la ciudad de París (Francia) en 1830.

La santa tuvo 3 apariciones, en la tercera tercera aparición, la Virgen María le muestra a Santa Catalina la inscripción que rodea su figura celestial: «Oh, María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos». Entonces, la Madre de Dios insta a Catalina Labouré a que acuñe una medalla en la que se reproduzca lo que han visto sus ojos y le promete que «quienes lleven [la medalla] puesta recibirán grandes gracias, especialmente si la llevan alrededor del cuello».

Las primeras medallas fueron acuñadas en 1832, con la debida aprobación eclesial. Estas fueron distribuidas por todo París. La devoción se propaga rápidamente y miles de favores y gracias son concedidas a través de ella. Así, la gente empieza a llamar a la medalla «la Medalla Milagrosa».

Santa Catalina Labouré murió en 1876 y el Papa Pío XII la declaró santa en 1947. La festividad de la Virgen de la Medalla Milagrosa se celebra el 27 de noviembre.

La medalla

En la parte frontal de la Medalla Milagrosa aparece la imagen de la Virgen María, de pie sobre la esfera del mundo como Reina del Cielo y de la Tierra. Además, tiene sometida bajo su pie a la serpiente que representa a Satanás. El Tentador no tiene poder frente a Ella.

En el reverso de la Medalla hay doce estrellas que simbolizan a los doce Apóstoles y, por ende, a la Iglesia entera. Las estrellas rodean a la letra «M», que representa a María, y desde la letra se erige una cruz, que es Cristo. Dos corazones de los que brotan llamas de fuego aparecen uno al lado del otro.

La imagen a ser acuñada tal como le pidió la Virgen a santa Catalina Labouré hace referencia a María concebida sin pecado. Dos décadas después, en 1854 la Iglesia proclama el dogma de la Inmaculada Concepción.

Se realizó una investigación canónica en 1836 respecto a la autenticidad de las apariciones y la Iglesia declaró que son auténticas.

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